Migrantes de corazón

Hace algún tiempo me encontré en el camino con Manuel, un hombre guatemalteco quien iba al otro lado (EUA) para buscar trabajo, mejorar su vida y ayudar a su familia, ese día iba caminando con la intensidad del sol característica del desierto, lo vi desde que venía a una distancia bastante grande, lo único que pensé fue: cómo se sentirá, si hace tanto calor, cargando esa mochila y seguramente viene de muy lejos, ya que pues era un camino al lado de la carretera y no hay muchos lugares de donde podría haber salido, claro que no tenía idea de donde venía, quien era, ni nada, al cruzarnos me pregunto en dónde estaba, qué hora era y en qué dirección seguir, le respondí, e iba a seguir, pero se me salio preguntar cómo te sientes, está haciendo mucho calor y tú caminando, como respuesta obtuve una risa y un: tu también caminas bajo el mismo sol, y te vi y pensé que igual venías caminando de muy lejos, al parecer tuvimos el mismo pensamiento, pero al presentarse y contarme sobre su trayecto, de las idas en tren, las personas que se encuentran, la inseguridad de no saber si confiar o no, se encontró a muchas personas que quisieron quitarle lo poco que traía consigo, aprovecharse de su caminar, robarle o querer tratarlo como mercancía, de todo eso debió cuidarse, no sólo él, todo el que buscaba un mejor lugar, y ya que no esta en «su territorio» no podría denunciar o defenderse, algunos se vuelven fanáticos de las banderas, de los limites, de sus fronteras, está bien amar lo que representa a una nación, pero la humanidad tiene más peso que un diseño, sé que no es correcto infringir leyes al cruzarse, pero la necesidad hace moverse a esas personas, y la ambición de pocos hace que cada paso sea más arriesgado o mortal, su lucha es por su mejora, se juegan la vida, dejan toda persona amada, conocida y segura para ellos, cada cosa que tenían, todo derecho según minorías que abusan de su situación, les roban su dignidad, los hace sentir malos, abandonados, luchando contra todo, no encontrando apoyo, no entendiendo cómo dejan de ser alguien para el resto, buscan un sueño, una oportunidad, trabajan motivados por un ideal, pero los golpean, pasan hambre, miedo, frío, calor, abandono, incertidumbre, quieren llegar, anhelan volver a su casa pero no con las manos vacías.

Su camino no son simplemente complicaciones para moverse, serán luchas emocionales fuertes, que podrían cambiarlos, llevarlos a donde nunca quisieron, donde no imaginaron, a que olviden que son alguien, que importan, que el mundo no tiene sólo personas que quieren herirlos, que ellos no son mal intencionados, que su situación no será más grande de quienes son, que realmente su esfuerzo tiene causa según sus ojos y su voz no se apagará por unos cuantos que resaltan la debilidad de su vivencia, cuando es un acto de fortaleza.

No somos naturalmente malos, no nacimos indiferentes, distantes, ni solos, y no podemos dejar que otras personas crean lo contrario ni mucho menos se convenzan de ello.

*La dignidad humana, el respeto y amor por nuestro prójimo no tiene fronteras, nación, color e idioma*.

Con respecto a Manuel siguió con su camino, no tenía conmigo en ese momento como ayudarle, así que solo fue un poco, lo más fuerte, fue que estaba más contento de saber que no todos querían dañarlo, que hablar con alguien era más sencillo de lo que recordaba y que esperaba llegar con bien a su destino.

2 respuestas a “Migrantes de corazón

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